Hay cosas que son resultado de la moda y que con el tiempo son objetos del olvido. Y hay otras, que perduran con los años, cuya historia no consiste en aguantar el paso de los días, sino en disfrutar con cada instante y hacer parte de su historia cada momento vivido.
Hace pocos días leímos en el ABC la particular historia de Kinze de Cuchilleros, un caso que ejemplifica a la perfección el tipo de negocios con encanto que marca un hito en su profesión, y no exageramos, porque 114 años es hacer historia.
La casualidad y un paseo de distracción antes de tomar un tren hacia Barcelona, que nunca cogería, condujeron a Rafael a la misma barbería de la cual hoy es dueño. Por aquel entonces, tenía tan solo 19 años, ya había probado la profesión de barbero durante el verano y le había entusiasmado tanto como para querer hacerla su oficio. El mismo día que Rafael pensaba mudarse y probar suerte en la ciudad condal, tan solo unas horas antes de que partiese su tren, decidió tocar dos veces a la puerta del destino. Y este le abrió con los brazos abiertos, mostrándole el lugar donde llevaría a cabo su oficio, su pasión y su vocación. Rafael, se topó como por casualidad con la su peluquería la que por aquel entonces llevaba el por nombre el apellido de su antiguo dueño; Coello. Solicito hacer una prueba, tras la cual fue contratado y así fue como dio comienzo a su profesión como barbero en Madrid.
Han sido 4 generaciones de barberos las que han pasado por este local de fachada rallada con los colores insignia de las barberías.
Negocios como estos mantienen su esencia intacta al paso de los años, por eso siempre encierran tras de sí relatos increíbles y crónicas que solo pueden generarse cuando la pasión por una profesión está presente.
LEA se siente muy identificada con este tipo de relatos. Cuando oímos hablar de los “negocios de toda la vida”, que se sustentan gracias al esfuerzo y que han superado las expectativas temerosas de tantos, no podemos dejar de ver parte de nosotros en esas historias. Nos vemos reflejados en aquellos que se movieron por la ilusión y la esperanza en un proyecto propio. Y en definitiva, nos sentimos parte de ese tipo de empresas que se empeñan en hacer de su vocación, su profesión. Como la barbería de Kinze de Cuchilleros… bueno, en este caso concreto, no solo nos sentimos presentes ¡lo estamos!
De hecho para nosotros es todo un reconocimiento que un experto barbero con casi 50 años de experiencia, confíe en LEA para llevar a cabo el mejor afeitado.
Y es que, tanto con esta barbería, como con muchos otros negocios compartimos una visión común; el amor por el trabajo bien hecho y, en este caso concreto, la devoción por el mundo del afeitado. Muchas empresas de nuestro país han sido fundadas a raíz de una ilusión. Estos casos se dan cuando uno cree en lo que hace, y lo materializa a través de su profesión día a día. Es entonces cuando los años no pesan, todo lo contrario. Y esto pasa en muchas empresas, desde restaurantes, a fábricas, pasando por boutiques de moda. El factor común es la ilusión por ofrecer lo que uno sabe hacer mejor.
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