Y todo esto nos hace entrar en una vorágine nostálgica que nos hace mirar a nuestra chavalada con una mirada llena de lástima porque no puedan vivir la muerte de Chanquete con la emoción e ilusión que nos hizo llorar a lágrima viva por un hombre que si lo piensas bien tenía un día a día bastante turbio. Pero qué importaba, el cielo era azul, los pájaros cantaban, y seguramente te encontraras a Carlitos, el de Cuéntame, por alguna calle de tu barrio.
Pero ahora sabemos que nos faltaba algo, que nuestra existencia no estaba del todo completa hasta que descubrimos todo lo que podríamos haber hecho con una conexión a internet y un móvil capaz de almacenar todo lo bueno y lo malo de nuestra vida. ¡Eso es la verdadera felicidad! Incontables TT perdidos, o fotos totalmente censurables que el mundo se ha perdido ver, compartir, y, sobre todo, disfrutar. Lo que habría dado de sí el momento Sabrina, o el sketch de las empanadillas de Móstoles de Martes y 13 si hubiésemos tenido Twitter y Facebook, simplemente sublime.
Con la aparición de las redes sociales han cambiado por completo nuestra percepción de las cosas cotidianas que hacemos. Ya no nos vamos en busca de aventuras, sino que determinamos la importancia de un viaje por la cantidad de material fotográfico que somos capaces de extraer para llenar, durante semanas, nuestros muros y perfiles. “¡Hazme una foto aquí, que esta va para la portada!” dicen los filósofos de ahora.
De tal forma nos exponemos en ellas que, simplemente analizando las cosas a las que dedicas un agradable “Me gusta”, Facebook consigue saber más de ti que, siéntate, ¡tu propia madre! Ahora entendemos más que nunca al pobre Joaquín Phoenix en la película Her, qué iba a hacer el hombre, si Scarlet Johansson le conocía de antemano mejor que cualquier otra persona que se hubiese encontrado en este mundo, y qué narices, ¡es la voz de Scarlet! No tienes opción. Con lo que hemos dejado atrás los seres complejos e introvertidos que creíamos ser en aquella bonita época de hombreras y movida madrileña, somos tan simples que unos algoritmos ya desentrañan toda tu personalidad, esa por la que dedicas una pose de hombre misterioso a todos los focos fotográficos que se acercan a ti, porque sabes que siempre funciona con las chicas, pero no con Facebook. Lo sentimos, eres todo postureo.
Y es que en la época de Espinete todo era más bonito, más puro, más real, más creativo, ese “estudias o trabajas” no tiene parangón con el “entra en Facebook que te acabo de mencionar”. Pero los tiempos cambian, y con ellos, nosotros.
Leave a Reply