Lo hiciste. Quizá no haya testigos, pero dijiste que nunca lo harías, y has acabado cayendo. Porque tú eras de los que no seguían las modas, ¡hasta ahora! Hay que ver cómo cambian las cosas.
Yo nunca iba a bailar como mi padre en las bodas. Puede que con un poco más de estilo, pero lo has hecho, pasitos cortos y las brazos colocados como si tuvieras pareja. Siempre pensaste que tendrías dignidad bailando, pero con ese ritmillo es inevitable no dejarse llevar y sentirse el rey de la pista.
Yo nunca llevaría bigote. Tengas bigote o no lo tengas todavía, seguro que ya piensas que no queda tan mal. Parecía algo de película, de señores mayores o de ex presidentes del gobierno, pero ya no. Un día te levantas con ganas de cambiar algo y acabas con ese bigote que sientes que te da seguridad. ¡Viva esa nueva sonrisa!
Yo nunca tendría un móvil más grande que el anterior. Seguramente pesará menos, pero será más grande y más caro. Igualmente tú estarás contento, y cada vez pasarás más horas cerca de él, porque aunque todas las semanas intentes desintoxicarte de las redes sociales, mirarás el móvil cientos de veces.
Yo nunca diría moñadas. Llega un día en el que te conviertes en el rey de los caris, Cupido llega a tu vida y también la creatividad en forma de corazón. Al principio solo se lo dices cuando estáis solos, pero llega un momento que te da igual quien te oiga: es tu osito, tu caramelito, tu batwoman.
Yo nunca comería carne o pescado crudo como si fuera un manjar. Y ahora te lo comes y lo disfrutas. Incluso intentas prepararlo en casa y que quede bonito para las fotos de Instagram. Antes eras de los de barbacoa y filete ruso, pero la vida es como la noria, no deja de dar vueltas.
Yo nunca me echaría cremas. Y tampoco ibas a comer cremas de verduras, pero ahora te cuidas, reconócelo. Porque cuidarse es quererse, y que mejor que quererse uno mismo. Tampoco hace falta embadurnarse, hay que huir del mejunje. El consejo: escuchar a tu cuerpo, él te pedirá las cremas y los cuidados que necesite.
Deja una respuesta