La sonrisa. Esa curva ascendente y graciosa que forma tu boca y muestra tus dientes. Mucho más que una mueca, es un sello de identidad, una carta de presentación, un recorrido vital, que va de oreja a oreja.
¿Sabías que una sonrisa dura 6 segundos, mueve 17 músculos, activa la circulación y fortalece la zona abdominal? No te hagas ilusiones, no sustituye al gimnasio, pero contribuye a que estés en mejor forma física y mental.
Eso sí, no todas las sonrisas significan lo mismo. Afortunadamente, nuestro subconsciente es capaz de distinguir entre la sonrisita típica de cortesía del vecino del quinto y la franca y luminosa de tu mejor amigo. Y además, los músculos de nuestra boca reaccionan y se activan para corresponder con ¡otra sonrisa!
Si eres el típico despistado que no se acuerda de ninguna cara, tenemos la solución: ¡sonríe! Hay estudios que afirman que nuestras neuronas tienden a hacernos pensar en personas que nos trasmitieron un estado similar de felicidad al que nos lleva a sonreír.
Por supuesto, evita usar sonrisas forzadas, falsas o hipócritas. No seas malvado y no des mal uso a una herramienta de hacer el bien.
Y además, sonreír de verdad rejuvenece y marca la diferencia en cualquier situación. Nos fiamos más de aquellos desconocidos que nos sonríen y si nosotros sonreímos, conseguimos más cosas. Ya decía William Shakespeare: “Es más fácil obtener lo que se desea con una sonrisa que con la punta de la espada.”
Y es que, desde que eras pequeño y sonreías pícaramente a tu mamá después de haberla liado parda, hasta cuando ya de adulto tu sonrisa seductora desarma a unos y otros, hay un largo y sonriente camino.
Porque todos queremos alcanzar eso que llaman felicidad, ya sabes, saca tu mejor cara y…¡sonríe, por favor!
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